La familia al completo con los abuelosEl pasado domingo en la
localidad de Matet tuvo lugar una celebración especial, no sólo porque se
trataba de un cumpleaños del abuelo, Rafael, el 93, que no resulta ni mucho
menos fácil de alcanzar, sino porque con dicho motivo se reunió toda la
familia, nada menos que 22 componentes correspondientes a cuatro generaciones.
No es la primera vez que lo
hacen, lo suelen repetir año tras año, y hace tan sólo tres meses, ya se
reunieron para celebrar el aniversario de la abuela, Amparo, que cumplía 90.
No cabe duda que son los
descendientes los que mantienen la ilusión por estas celebraciones que van en
aumento, conscientes de lo difícil que es encontrarse con una pareja tan longeva
y tan bien avenida.
De sus vicisitudes en la vida,
daban amplia explicación dos de sus descendientes, Amelia Moliner y Vanesa
Moliner que cuentan su historia:
Historia de una familia “común”
Rafael Moliner Castillo nació en Matet un 26 de noviembre de 1929
en el seno de una familia muy humilde y, a unas pocas casas de distancia, nacía
Amparo Castillo Arbella tres años después, en un 29 de septiembre de 1932. Él
era el pequeño de tres hermanos y ella hija única, por raro que parezca para la
época.
Durante la guerra civil, en esos duros años de incertidumbre desde
1936 hasta 1939, ambos eran apenas unos niños, una condición que no evitó que
aquellas vivencias persistieran en su memoria hasta nuestros días. Miedo,
desconcierto, las bombas cayendo a su alrededor y el abandono de sus hogares
para trasladarse a zonas más seguras casi con lo puesto. Anécdotas que cuentan
con pesar a cuantos les preguntan.
Sus padres fueron obligados a luchar en el frente, sin poder
escoger bando, como pasó con tantos otros en aquellos años, mientras mujeres y
niños eran reubicados a toda prisa por diferentes lugares de la huerta
valenciana. Amparo todavía recuerda que, gracias a una cabra que se pudieron
llevar, no les faltó el vaso de leche cada mañana. Esa era toda su riqueza.
Quiso el azar que Rafael y Amparo volvieran a juntarse años
después, de nuevo en su Matet natal, una vez terminado el conflicto y muy
pronto surgió el amor. Lo tenían tan claro que se hicieron novios muy jóvenes y
les encantaba salir a bailar juntos en las celebraciones locales. Pero las
condiciones seguían siendo precarias. Ambos trabajaron tanto en Matet como
fuera, incluso se fueron a Barcelona durante una temporada para ganar dinero.
Amparo a servir en una casa y Rafael a cuidar los campos y los animales de unos
señores adinerados.
Gracias a eso no les faltó la comida y pudieron guardar alguna
peseta para enviar a sus familias del pueblo.
Viviendo en Barcelona quedaban un día a la semana, su día libre y
aprovechaban para ir juntos al cine, algo que les apasionaba. Sin duda un tiempo
que recuerdan con mucho cariño.
Pero esa época llegó a su fin y en cuanto les fue posible
volvieron a Matet, ya para casarse, con muy pocos recursos pero con mucho amor.
Al principio, su vida de casados dio comienzo en una casa de
alquiler y cuatro años después ya habían nacido sus tres preciosos hijos, José
Manuel, María Amparo y Amelia. Una pequeña gran familia a la que alimentar y
por eso, cuando surgió la opción de acudir a trabajar a Alemania, Rafael se
embarcó en esa aventura, lejos de su familia y con un contrato de trabajo de un
año entero, tiempo que emplearía para reunir todo el dinero posible antes de
volver junto a los suyos. No fue fácil.
Amparo se tuvo que quedar en Matet al frente de su hogar, con sus
tres hijos y una madre enferma a la que cuidar y ese año se hizo tan largo que,
cuando llegó el momento de volver a casa, la más pequeña de los tres no
reconocía a su padre. Por eso decidieron que, aunque tuvieran que pasar
penurias, no volverían a separarse.
Así, con los ahorros de Alemania, compraron su primera casa que,
aunque pequeña, pudieron ir ampliando y reformando con los años y ese es el
hogar en el que siguen viviendo hoy en día. Casa donde, gracias al cuidado de
su hija María Amparo, están disfrutando de una vejez tranquila.
Cada uno de sus hijos ha formado su propia familia y tenido
descendencia, con lo que esos tres pequeños se convirtieron en doce, mientras
Rafael y Amparo han sabido transmitir a todos ellos esos valores que los han
convertido en nexo y unión de todos; el amor, el respeto y la humildad. Y así
hijos, nietos y bisnietos después, no han dejado de multiplicar ese amor que
naciera tantos años atrás.
En esta familia se celebra todo, por eso siempre que pueden se
juntan en una u otra casa, pero cuando no se juntan se llaman, se cuentan y
comparten entre ellos las idas y venidas de la vida.
Rafael y Amparo cuentan ya con cinco nietas y un nieto; cinco bisnietos y otro más que está en camino ¡y los que vendrán! Y quizás sea esa
cotidianidad o la confianza que alimentan cada día, pero nunca ha habido
disputas en esta familia, porque todos ellos saben que tenerse es lo más
importante, por encima de cualquier desavenencia puntual. Por eso, cuando hay
momentos duros, se hacen una piña para ofrecerse apoyo mutuo.
Y ayer volvieron a juntarse, esta vez porque celebran el 93
cumpleaños de Rafael y tres meses atrás tocaron los 90 de Amparo, coincidiendo
con su 66 aniversario de boda, un récord incondicional difícil de igualar. Pero
¿me permitís que os cuente un secreto? 66 años después siguen viendo la
televisión cogidos de la mano, como una familia “común”.
Feliz cumpleaños para todos.
Rafael soplando las velas junto a Amparo
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