España se encuentra posiblemente en el peor momento de su
historia reciente, al menos de la democracia; con 5 millones de parados y una
economía que no levanta cabeza o lo hace tan tímidamente que no genera empleo;
con un sistema educativo que es un desastre absoluto, situándonos a la cabeza
europea de fracaso escolar, lo cual es gravísimo porque de estos polvos vendrán
en el futuro los lodos que nos tendrán que pagar la pensión; con una clase
política que ha cometido errores importantes y que ha gestionado, como norma
general, los gobiernos autonómicos como si de cortijos particulares se
tratasen; y con un sistema financiero que se ha enriquecido en la época de
vacas gordas -con el boom inmobiliario- y ha cerrado el grifo en la de las
vacas flacas -con la explosión de la burbuja inmobiliaria-, con mención aparte
de las cajas de ahorro.
Nuestro país se hunde poco a poco. La deuda de las
administraciones públicas, comunidades autónomas y ayuntamientos, es un lastre
insoportable. Se ha estado gastando por encima de sus posibilidades,
endeudándose hasta el infinito, pensando que los bancos y, sobre todo, las
cajas de ahorro, politizadas hasta la náusea, siempre estarían ahí con un
cheque en blanco para echar un cable. Pero el dinero se ha terminado. Y las
cajas están hundidas. De ahí que el proceso de concentración de cajas y su
transformación en bancos haya sido imprescindible. Pero éste aún no ha
terminado y hasta que concluya se van a tomar medidas muy dolorosas, sobre todo
para sus plantillas. La fiesta se ha terminado y lo peor se hará público
después de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo.
Todo esto sucede ante nuestros ojos sin apenas darnos cuenta
y, lo que es peor, sin dar una respuesta como pueblo a los desmanes que han
cometido políticos y banqueros. No todos, bien es cierto, pero sí muchos de
ellos. Nada que ver, en cualquier caso, con lo que ha sucedido en Islandia,
donde los ciudadanos han tomado el poder y han echado a los políticos culpables
de la crisis y de no aplicar soluciones y le han dicho a los banqueros que
paguen ellos de sus bolsillos el agujero que han dejado. En Islandia, como
digo, el pueblo ha hecho dimitir al gobierno, se nacionalizaron los bancos, han
votado en referéndum no pagar la deuda que éstos tienen con Gran Bretaña y
Holanda y han decidido reescribir su constitución. Una auténtica revolución
silenciosa… que ha sido silenciada por los medios de comunicación.
En España nos encontramos en una situación límite. Con cinco
millones de parados y una economía que no crece lo suficente para crear empleo.
Sin un modelo productivo competitivo. Sin productividad. Y con un gobierno que
estuvo negando la crisis hasta que ya era un insulto a la inteligencia seguir
haciéndolo. Y que se equivocó en las medidas que tomó. Y con unos gobiernos
autonómicos que han dilapidado el dinero de los contribuyentes con tal grado de
irresponsabilidad que nos esperan años duros de ajustes que vamos a pagar todos
los ciudadanos. Pero, aquí, ni revolución silenciosa, ni ruidosa. Nada de nada.
Caen todas las cajas y ni nos inmutamos. El Sistema les
tenía ganas y, a río revuelto, ganancia de pescadores. La crisis ha servido de
excusa para realizar ajustes durísimos en todos los ámbitos. Y especialmente en
el laboral y en el bancario. En éste, el proceso de concentración de cajas va a
concluir con su conversión en apenas 8 bancos. Caen las cajas por su
politización y por el derroche del dinero de sus clientes regalado a los
gobiernos autonómicos de turno para realizar proyectos faraónicos y para ‘prestar’
dinero a empresarios amigos de tal o cual político. Pero caen las cajas y,
¿quién paga el desastre? ¿Los consejos de administración? ¿Sus presidentes? No.
Éstos ahí siguen. De nuevo, la clase política salva a los amigos que colocaron.
Mientras se esperan miles de despidos o prejubilaciones. Mientras los
ciudadanos no pueden pedir un préstamo. Y ante esto, silencio sin revolución.
¿Necesitaremos que nos rescate Europa, como ha ocurrido con Grecia, Irlanda y Portugal? Los expertos dicen que no. Y los dirigentes políticos cruzan los dedos. Porque si esto ocurriera, nada volvería a ser igual en este país.
De momento, aquí no pasa nada. Otro gallo cantará tras el
22-M a nivel municipal y autonómico, donde se prevén medidas drásticas. En el
caso valenciano, la Generalitat tendrá que realizar recortes impopulares, ganen
los socialistas o los populares. Si como vaticinan las encuestas, el próximo
presidente del Consell vuelve a ser Francisco Camps, éste deberá dar solución a
la deuda que arrastra Canal 9, un pozo sin fondo inasumible; así como tendrá
que aplicar recortes a todas las Conselleries, eliminando algunas de ellas y,
en este aspecto, debería atinar en el nombramiento de los consellers,
sustituyendo a la gran mayoría que le han acompañado durante la legislatura que
toca a su fin, buscando perfiles más técnicos para afrontar con las mayores
garantías los difíciles cuatro años que se avecinan.
Tras el 22-M vamos a necesitar más que nunca dirigentes con ideas y fuerzas suficientes para tomar las medidas necesarias para darle la vuelta a la situación actual y solucionar el principal problema de España, el del paro.
(Continuará...)
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