El politólogo Juan Vicente Pérez Aras Vivimos tiempos convulsos. Nuestras
sociedades avanzan en medio de una compleja red relacional como bien
nos explica el Dr Josep Piqué en su obra “El mundo que nos
viene”. En ella, el autor profundiza en su “síntesis
neo-occidental” conformando un nuevo orden en el que la pujanza
económica y la demográfica oriental coexistirían con los actuales
valores occidentales. Un contexto donde la geopolítica adquiere un
rol determinante y que nos está ofreciendo un reajuste global. Con
China aspirando a ser la nueva potencia hegemónica (militar y
económica), Rusia reencontrándose con su otrora influencia
política, EEUU sumido en un difícil proceso de cambios que afectan
a su presencia e influencia global y una UE sumida en un caos de
identidad que lastra su papel para caer en la inoperancia efectiva.
Afganistán es el mejor ejemplo de todo ello.
Momentos complejos que han puesto en
cuestión el papel de muchos de esos actores confrontando la
efectividad de la diplomacia clásica y la moderna. Un contexto en el
que España está pasando sin pena ni gloria. Ausentes de las grandes
decisiones en el escenario internacional, solo la ejemplaridad de
nuestros funcionarios públicos, militares, profesionales,
cooperantes y diplomáticos (la salida de Afganistán los ha vuelto a
poner en valor) nos permite mantener un prestigio alcanzado a lo
largo de nuestra historia. Sin estrategia y sin planificación
exterior, nuestro gobierno sigue a la deriva relegándolos a un papel
secundario en estos momentos decisivos. Una devaluación del papel
protagonista a lo largo de la historia de España que de la mano del
pensamiento de Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca,
renovaron la teología, sentaron las bases de Derecho de Gentes, la
ciencia económica y el Derecho Internacional con una novedosa
aportación, al entenderlo como “ un conjunto de normas jurídicas
en interés de la Humanidad” y no en interés de los Estados que
las adoptaban, como se entendía en ese momento.
La reciente crisis con Marruecos ha
sido una muestra más de la ineficiencia de un gobierno que siempre
va por detrás, a remolque. El desprecio al fortalecimiento de
nuestra histórica alianza con Marruecos alcanzaba su más alta cota
con el reciente “caso Ghali”, provocando la crisis diplomática
más grave de nuestra historia reciente. Lo afirmaba el Ministerio de
Exteriores marroquí, “deplorando” la decisión española por
esta acogida, “expresando su decepción por este acto contrario al
espíritu de asociación y buena vecindad”, al sobrepasar una línea
roja infranqueable, la alusión a la soberanía del Sahara.
Afortunadamente, la diplomacia marroquí
ha vuelto ha darnos otra lección. Mientras nuestro gobierno sigue de
espaldas a la realidad, S.M. Mohamed VI se dirigía al pueblo
marroquí con motivo del 68º aniversario de la Revolución del Rey y
del Pueblo. Oportunidad, firmeza, compromiso y mano tendida para
referirse por primera vez a la crisis con España y afirmar que su
país está “comprometido en la construcción de relaciones
sólidas, constructivas y equilibradas, especialmente con los países
vecinos”. Toda una lección de Diplomacia efectiva que viene a
confirmar el porqué de la solidez de las alianzas y el
posicionamiento estratégico de Marruecos como puente con África y
el mundo árabe. Un Discurso que abre una ventana de oportunidad para
relanzar unas relaciones imprescindibles para nosotros si queremos
seguir pintando algo en el complejo Magreb que tanto nos afecta,
política, económica y socialmente.
Nuestros vecinos han movido ficha y el
gobierno Español ha tenido que admitir, de momento, que ese es el
camino a seguir. De ahí la importancia de poner en valor el papel de
ese Diplomacia efectiva, del papel de muchos agentes, oficiales y no
oficiales, que cada día apuestan por fortalecer esos vínculos en
beneficio del progreso y prosperidad de nuestros pueblos.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia