Teresa Ortiz El presente mes de octubre ha sido prolífico en lo relativo a la convocatoria de congresos nacionales por parte del PP y del PSOE. Ambas formaciones han llevado a València el cierre de sus actos, en un afán de recuperar un territorio autonómico y local que verdaderamente nunca han cuidado. Con esta puesta en escena mediática han intentado compensar de un modo estético, pero sin fondo real, la absoluta dejadez política que las valencianas y valencianos hemos sufrido durante todos los años de alternancia entre el PP y el PSOE en el gobierno de España y el de nuestra comunidad.
No se dejen engañar. Tanto PP como PSOE han tenido la posibilidad cronológica en estos más de treinta años de llegar a acuerdos con un presidente de la nación de su propio partido y corregir las desigualdades existentes de infrafinanciación autonómica que afectan a la Comunidad Valenciana. Con ello, PP y PSOE hubieran contribuido activamente al desarrollo económico necesario en nuestro territorio, que legítimamente merecemos, como una de las autonomías más prósperas de España en capital humano, riqueza natural e iniciativa empresarial. Sin embargo, ninguno de los dos partidos políticos, ostentando el pleno poder, han defendido a nuestra comunidad. Si, además, comparamos todo esto con las ventajas que ambas fuerzas políticas han otorgado históricamente a otros territorios a causa del pernicioso nacionalismo, el resultado final es aún más descorazonador.
Una de las claves de todo este proceso histórico hay que encontrarla en el sistema electoral y en el aprovechamiento del mismo del PP y del PSOE, junto con los partidos de tinte nacionalista. En la Comunidad Valenciana, se suele tener la tendencia de votar en las elecciones autonómicas en clave nacional en cuanto a la elección de partidos y candidatos a la presidencia del Gobierno. Quizás, esto no haya facilitado que las necesidades propias de la Comunidad Valenciana fuesen tenidas en cuenta, debido a que el bipartidismo ha manejado muchas veces los hilos de la investidura de cada presidente de España en función de cumplir con un gran número de reivindicaciones nacionalistas. Estos partidos, además, cuentan con un reparto de escaños ya de por sí desequilibrado a su favor en cuanto a representatividad.
Ni PP ni PSOE han defendido los intereses de los valencianos y, sin embargo, ahora intentan supuestamente ganar voluntades del electorado vía performance, mediante actos multitudinarios que pretenden demostrar fuerza política, a la vez de dar apoyo público a sus candidatos. Por el lado popular, el 'muy desconocido' presidente de la diputación de Alicante, Carlos Mazón y, por el lado socialista, el quizás ya 'demasiado conocido' Molt Honorable President, Ximo Puig. En definitiva, las dos caras de la misma moneda.
Yendo al contenido de cada congreso, en lo concerniente a los actos socialistas, el ínclito Pedro Sánchez fingió tener públicamente el apoyo de Felipe González e hizo un intento de sometimiento de los barones territoriales, que acabaron igualmente por reivindicar su condición e importancia ante los micrófonos de los medios de comunicación. La clave del Congreso del PSOE, más allá de las solo estéticas y nada sustentadas peticiones de descentralización de la Administración General de Estado por parte de Ximo Puig, ha estribado en el modelo territorial, que el PSOE (con E o quizás ya sin E), quiere para España. La España federal, del 'país de países', con rey pero a la vez sin rey, que pretende el PSOE, queda mejor reflejada en manuales de psicología, que en los doctos libros de ciencias políticas.
Con todo, el auténtico 'circo de tres pistas' tuvo lugar un par de semanas antes, cuando el Partido Popular pretendió llenar la Plaza de Toros de Valencia a base de traer autobuses de toda España, imitando las mejores actuaciones de Alfonso Guerra en los años 80 y 90. En el espectáculo público del PP se pudieron observar claramente escenas que nos retrotraían a la no tan lejana 'etapa dorada' de los populares en València. Dorada, por la metáfora del oro, no por el éxito de dicha etapa, obviamente. Ver a Francisco Camps dándose notoriedad nos recordaba las imágenes del Ferrari descapotable en el circuito de Fórmula 1. Por otra parte, oír a María José Catalá y Pablo Casado sacando pecho por el legado de Rita Barberá en Valencia, teniendo un vicealcalde de esa etapa actualmente en prisión provisional, con varias causas abiertas, nos metía de lleno en un agujero negro espaciotemporal que hubiera firmado el mismísimo Stephen Hawking.
No ha hecho falta más de tres semanas desde el Congreso del PP para que estén aflorando en los medios de comunicación más y más casos de presunta corrupción popular o vínculos directos con la misma. Por una parte, la aparición en los papeles de Pandora del premio Nobel Mario Vargas Llosa. Por otra, la condena del expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy, presentado días antes efusivamente por el propio Casado ante la opinión pública como un gran aliado popular. Y una semana más tarde, la dimisión del canciller austriaco Sebastian Kurz, investigado por un supuesto escándalo de corrupción, que si bien no acudió presencialmente al Congreso, envió un video de apoyo a Pablo Casado. Por último, este pasado martes, se destapaba la grave noticia de que el juez procesaba al PP de Valencia y a todo el equipo municipal de Rita Barberá por blanqueo de capitales.
Tres semanas después de todo un show de convención, la cual los populares bautizaban como "una catapulta", esta catapulta está resultando ser un cañón de corto alcance y de gran potencia, apuntando hacia el propio pie de los mismos populares. Ahora mismo, los valencianos no sabemos ya quién será el próximo personaje vinculado con la corrupción popular o socialista en aparecer en escena y muchos de los asistentes a ambas convenciones deben estar quizás revisando con un abogado su propio pasado.
Las valencianas y los valencianos no queremos más corrupción y que se use València para circos mediáticos. Los dos congresos nacionales del PP y el PSOE han sido quizás diferentes en cuanto a los convocantes, lugar de convocatoria y forma de los actos, pero han sido absolutamente iguales respecto al ADN político mostrado: cero regeneración, vieja política, promesas vacías, falta de proyecto para España y para la Comunidad Valenciana y ausencia de conexión con la ciudadanía, así como una cortina de humo para tapar la corrupción que arrastran históricamente ambas formaciones políticas.
Lo que las valencianas y valencianos queremos y merecemos de verdad, entre múltiples demandas, es una financiación justa, una educación y una sanidad de calidad, un respeto a nuestras tradiciones alejado de inmersiones pancatalanistas, una ampliación del puerto de València, acabar las infraestructuras pendientes y un renacer tras la pandemia que nos lleve a generar riqueza para nuestra comunidad y para España. Con el bipartidismo y el ADN político que han seguido mostrando en sus congresos, estaremos abocados a un mismo destino y al idéntico ostracismo al que nos han sometido durante todos estos años.
Estimado/a lector/a, la mejor campaña que desde Ciudadanos le proponemos es el trabajo continuo y honrado, desde la política útil y desde la regeneración democrática. Un constante trabajo, alejado de circos mediáticos, de promesas falsas y de corruptelas. Ese es nuestro compromiso con usted.
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