Alicia Esteve Cuando busco mi nombre en Google, curiosidad egocéntrica, me fijo en una gran impostora, Alicia Esteve Head, quien en un momento terrible inventó un personaje. Era el 11S en NY y decidió contarle al mundo que había sobrevivido al ataque a las Torres Gemelas. Falso, absurdo y cruel. La pillaron y desapareció sin dejar rastro.
El síndrome del impostor no es eso, es lo contrario. Implica que personas con éxito, que arriesgan y aciertan, son incapaces de asimilar sus logros. Durante esta pandemia terrible, hemos sufrido este síndrome. Porque hemos conseguido con éxito sobrevivir, sonreír a nuestros hijos e hijas, afrontar con riesgo y sin experiencia esta etapa. Hemos mirado al miedo a la cara, al colapso económico, social… Pero aún no nos creemos capaces de ello. No nos reconocemos, aunque heridos, héroes y heroínas.
Así evaluamos al Gobierno de España y de la Generalitat Valenciana. Personas detrás de siglas y cargos que han salido a luchar con miedo e incertidumbre. Con honestidad, con ideas buenas no probadas, con errores lícitos. Ellos y ellas hoy, tienen ese síndrome. Lo tienen porque han actuado bien, priorizando lo público y lo común, con miedo pero con grandes éxitos. No siempre, eso duele y pesa. Aún así padecen ese síndrome del impostor, de no reconocerse el éxito. Y yo quiero hacerlo hoy.
Frente a este síndrome está el de Dunning-Kruger, gente sin competencias pero que se creen altamente competentes. Ejemplos tenemos muchos, ¿quién no se ha encontrado alguno?, como en mi pueblo, Rocafort, en que el gobierno estos años prefirió guerras internas antes que salvar la grave situación social… Pero hay algunos casos extremadamente graves. Como diría mi madre (y la tuya) si quieres conocer a Pablito, dale un carguito. Individuos y partidos que han sobrepasado las líneas rojas y nos han dado vergüenza. Y el miedo al pensar qué habría sido de nosotros con ellos al frente.
Si esta pandemia nos ha enseñado algo en política, es que la empatía es más necesaria que nunca, reclama todos nuestros sentidos abiertos y atentos. La memoria compartida, la participación social, no como una limosna al electorado en lo que a mí me apaña, son una necesidad. El oportunismo político, caiga quien caiga, ha dejado de ser una opción.
La ciudadanía exige más. Debemos apostar por los que creen que han hecho poco por delante de aquellos que van de listos y no han hecho nada más que enredar.
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