Cafetería en la Plaza de la Virgen de Valencia. EFE
En China las peluquerías han hecho uso de la imaginación y las artes marciales. El sector de la hostelería es uno de los más importantes en España, en parte vinculado al turismo, pero que ofrece un servicio fundamental en una sociedad acostumbrada a compartir momentos en bares, cafeterías, restaurantes, pubs y discotecas. Si bien es cierto que la campaña turística del verano se presenta complicada -aún es pronto para darla por perdida-, el Gobierno deberán pensar en los cientos de miles de empleos que dependen de un sector que supone el 14% del Producto Interior Bruto (PIB) y que no van a encontrar alternativa laboral en el corto plazo. Este es un artículo en defensa y reconocimiento de todos ellos.
El sector turístico ya ha asumido que el verano será catastrófico. Muy probablemente seguirá cerrado el tráfico internacional aéreo o con medidas tan restrictivos que impedirán de facto la normal circulación de personas que disfrutan del turismo en otros países. Desde ese punto de vista, España lo tiene mal. Muy mal. Destinos como Benidorm, las Islas Baleares o Canarias se hundirán irremediablemente. Por ello, el sector ya ha solicitado poder
extender el ERTE entre sus plantillas durante 6 meses. Sin embargo, parece que aún es pronto para tirar la toalla respecto al turismo nacional. Y ahí corresponde al Gobierno acelerar al máximo para que, en caso de que puedan reabrirse hoteles y todo tipo de alojamientos, se haga con las mayores garantías de seguridad sanitaria. Otros países ya lo están haciendo.
Lo mismo sucede con el sector de la hostelería, desde bares, cafeterías, restaurantes, pubs y discotecas. En otros países, incluido China,
salvo en el epicentro del origen del coronavirus, la región china de Wuhan, ya han empezado a abrirse discotecas, con estrictas medidas de control. ¿De verdad España va a sacrificar decenas de miles de negocios muchos de los cuales no podrán reabrir si la obligación de cierre se prolonga al verano? Claro que la salud debe ser prioritaria, pero no es admisible que no se haga compatible el control de la pandemia con la reapertura de este tipo de negocios. Igual que se abrirán antes o después peluquerías y entiendo que nuestros peluqueros y peluqueras no harán como algunos en China (ver imagen), sino que nos cortarán el pelo con sus manos. Sirven de ejemplo otros países donde están aplicando medidas de control exhaustivo: distancia física en las mesas, toma de temperatura al entrar en pubs y discotecas, la obligatoriedad de lavarse las manos con geles en las entradas de locales públicos, etcétera. Pero, claro, para ello previamente debemos haber hecho tests masivos y acotar la pandemia por zonas concretas.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ya avanzó en su última comparecencia que la desescalada no sería igual y variaría por comunidades autónomas y ciudades. ¿No debería hacerse una radiografía ciudad a ciudad, municipio a municipio? ¿No sería bueno fijar unas fechas concretas y hacer un GRAN TRABAJO DE PEDAGOGÍA entre la población con tiempo suficiente? Después de semanas de confinamiento y aceptación y aprendizaje a marchas forzadas, habrá que insistir en la pedagogía para recuperar la vida -y la economía- con el menor riesgo posible. Falta más formación e información y menos eslóganes. Y los Ayuntamientos, una vez más, deberán demostrar que están a la altura, flexibilizando y agilizando licencias, negociando impuestos y tasas. No es admisible -y deberá corregirse para siempre- que se exija distancia de seguridad y tardar meses en conceder una aplicación de los metros de una terraza.
Porque, más allá de pensar en esas cientos de miles de personas que pueden acabar hundidas y sin futuro -la muerte en vida-, hay otro factor que el Gobierno y sus asesores deberán pensar. El psicológico. ¿Quién evalúa y quién paga las consecuencias de estar encerrados durante meses y alejados de aquello que antaño reivindicábamos como nuestra 'forma de vida'? Esto es, salir a cenar, a tomar una copa, un café, cerrar un acuerdo de trabajo en un restaurante, celebrar un cumpleaños en familia fuera de casa. ¿Quién cree que el cierre de estos locales durante meses no tendrá efectos muy perniciosos sobre la salud mental de muchísimas personas? ¿Acaso el aspecto psicológico no debe contemplarse o también el Gobierno va a pagar y financiar el acceso a psicólogos y psiquiatras? Ya les digo yo que no. Desgraciadamente, las depresiones y estrés postraumático de decenas, si no cientos, de miles de personas, quedarán desatendidas. Esto también es salud. Y de ésta nadie habla.
Y para terminar, que nadie se confunda ni equivoque, esta crisis se superará si la sociedad en su conjunto es responsable y sigue a rajatabla las recomendaciones. Sólo así el desescalado será un éxito y sólo así se podrán acelerar los plazos para retornar a la normalidad que todos deseamos. Una 'normalidad' que en el corto plazo no será la de siempre, pues tendremos que acostumbrarnos a las mascarillas, a los geles desinfectantes y a la distancia de seguridad de dos metros.
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