Mario Mollá Cuando la UE aprobó el instrumento financiero extraordinario ‘Next Generation’ que casi duplica los recursos destinados a la doble transición verde y digital para el próximo período 2021-2027, actuó de forma audaz y opuesta a las políticas de austeridad de la anterior década.
El pasado 30 de abril, el Gobierno de España dio una respuesta apropiada a ese desafío con la presentación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, detallado y estructurado en un documento de 3.000 páginas que gestionará más de 140.000 millones de euros, entre ayudas y préstamos. En paralelo y de manera anticipada, los Presupuestos Generales del Estado para 2021, aprobaron 26.000 millones de euros del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia para ser instrumentados, según las previsiones, en el segundo semestre de este año, en materias como la transición ecológica, el reto demográfico, la Agenda Urbana y la movilidad, o la transición digital en las empresas y las administraciones.
Gran parte de estos fondos se van a destinar a los territorios y serán gestionados o tendrán como actores imprescindibles a las entidades locales. “Una oportunidad que no se puede desaprovechar”, escuchamos insistentemente. Sin embargo, más allá de la capacidad administrativa de gestión, del cumplimiento de la condicionalidad de las directrices y normas europeas o estatales, incluso de ese renovado discurso dominante lleno de neologismos, no debemos olvidar la realidad sobre la que hemos de actuar. Nuestra realidad más próxima y única, para la que no sirven los estándares.
L’Horta Nord ha de resolver en la próxima década, la encrucijada de convertirse o no en un territorio hechizado por el magnetismo logístico de Parc Sagunt, por el norte, o subsidiario de la avidez metropolitana del cap i casal, desde el sur. Deberá compatibilizar la cohesión territorial, social y cultural, y garantizar la igualdad de oportunidades a las más de 300 mil personas que la habitan, desde las pujantes Paterna y Burjassot, al oeste, a los núcleos menos poblados, como Alfara o Vinalesa. Habrá de comprometerse con la supervivencia del último ecosistema de huerta productiva, un litoral de 20 km, - virgen en cierta medida -, o la protección activa de nuestra querida Sierra Calderona. Determinar que su relevante vocación de emplazamiento industrial se desarrollará mediante una apuesta decidida por el conocimiento y la innovación empresarial.
Ahora es el momento. Todos y cada uno de nuestros 23 municipios han de hacer una reflexión en términos sistémicos, evitar los individualismos ineficientes y disponer una mirada larga e integradora que aporte una visión comarcal a las dimensiones y ámbitos de la actuación: al diseño de las infraestructuras y redes para que unan a las personas, empresas y pueblos; a prestar un enfoque inteligente e igualitario que, ante la inminente dinámica digital, evite la brecha y atienda a las más de 23.000 personas desempleadas, mujeres y jóvenes en riesgo de exclusión.
Afortunadamente, contamos muy cerca, con consorcios, mancomunidades, institutos tecnológicos, asociaciones empresariales e industriales, representantes de las personas trabajadoras, entidades sociales y culturales, … y personas responsables al frente de nuestros ayuntamientos que van a señalar ese camino estratégico.
Comparte la noticia