Mar Traver. /EPDA No hace falta que diga que para los medios de comunicación y por ende para la sociedad, el tema de la semana ha sido la Ley de Solo Sí es Sí. Al margen de lo bien que le ha venido a la derecha para silenciar la enorme manifestación de Madrid en la que cientos de miles de personas seriamente preocupadas por la gestión de la sanidad del PP y de Ayuso, quería yo pararme a entender e intentar explicar esta situación respecto de la Ley de Solo Sí es Sí. Para ello he consultado a mis dos juristas de cabecera, también he leído mucho, y, por salud, he escuchado y visto menos.
La ley es muy buena técnicamente y destaca sobremanera la novedad del consentimiento explícito, la cual responde a una realidad social que técnicamente estaba mal recogida en la ley anterior y que cargaba sobre las mujeres víctimas la responsabilidad de demostrar su no consentimiento. Después, tras la reforma, el problema parte de un error (capcioso) de interpretación que deberán finalmente resolver el Tribunal Supremo o la Fiscalía.
Los principales medios de la derecha se han cebado en un caso en el que un padrastro abusaba sexualmente de su hija menor, a la que obligó a practicarle una felación. No nombran, de forma intencionada para influir negativamente en la reputación de la ley, que la reducción de pena, en este caso, procede de omitir y excluir el agravante de superioridad que debería haberse aplicado sobre el condenado y que para cualquier persona de a pie es evidente en una relación paterno filial. En otras palabras, el sangrante error procede de la sentencia previa, todavía con la ley anterior. ¿Cómo no va a haber abuso de superioridad cuando un adulto, un padrastro, viola a su hijastra menor de edad?
Las mujeres podemos sentirnos desprotegidas (gracias a la campaña política, mediática y judicial de la derecha y parte del PSOE) creyendo que una ley que venía a cuidarnos más está reduciendo las penas de los agresores. Pero debemos saber que simplemente se ha ampliado la horquilla de penas, sin reducirla y que se ha unificado la agresión y el abuso para que ningún agresor se escape de su delito. Apunto aquí (solo para que conste) que el aumento de penas y la vertiente punitiva o castigadora de la justicia se han demostrado siempre ineficaces para combatir delitos.
Los medios han alentado el miedo y han promovido campañas atacando a la ministra Irene Montero pidiendo su dimisión, como si esta ley fuera una ocurrencia de ella una mañana en la que se levantó con eso en mente o como si no hubieran participado de esta ley el Congreso, el Senado, el Consejo de Estado, etc. y nadie propusiera una sola enmienda en sentido distinto, tampoco el PP ni Vox. La ley, como ven, ha pasado múltiples filtros jurídicos, legales e incluso políticos y representa un gran logro para el feminismo y la protección de las mujeres. Recordaré un dato, el 75% de las mujeres, a lo largo de nuestra vida, hemos sufrido algún tipo de abuso. Esto es tremendo.
El objetivo como siempre es desprestigiar cualquier avance feminista, más todavía si viene de un partido que no se pliega ante los poderes lo que, como vemos, significa recibir ataques cruentos de forma garantizada. Pero que este árbol no nos impida ver la importancia de la incorporación del consentimiento, porque antes éramos nosotras las que teníamos que demostrar la violencia, la agresión y el daño y ahora simplemente nos encontramos protegidas porque solo será sí, si decimos sí.
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