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A Valencia ya le está ocurriendo lo
que a Amsterdam, el robo de bicicletas es el pan nuestro de cada día.
Va en aumento el latrocinio de estos vehículos que tan tardíamente
hemos incorporado a nuestros usos y costumbres. Los amigos de lo
ajeno y los receptadores de mercancía robada están haciendo el
agosto y forrándose con el nuevo negocio. Las bicicletas son también
moneda de cambio a la hora de conseguir drogas. Los robos de
bicicletas van en aumento, a pesar de que sus propietarios suelen
encadenarlas como pueden y donde pueden para evitar su sustracción.
Sería bueno recuperar una antigua norma, que se identifique estos
vehículos con placas numeradas, con chapas, y hacer controles
policiales aleatorios para comprobar si son propias o ajenas.