Juan Picazo. / EPDA Las tripas se me revuelven
al oír conversaciones
de gentes sin corazón,
o es de carbón (si lo tienen).
Estamos viendo estos días
lo que hay en Afganistán,
donde paga el inocente,
que siempre suele pasar.
Veinte años sufriendo guerras
por los fundamentalismos.
¡Las malditas religiones,
todas con sus fanatismos!
El que nos llevó a esa guerra
es el primero que huye,
dejado al pueblo a la merced
de quien todo lo destruye;
y a los pobres desgraciados
que se ha podido evacuar
se les dedican estas palabras
que ni quiero mencionar.
A los que así hablan, pregunto:
¿No tienen hijos ni madres?
¿Hablarían igual si ellas
lo sufrieran en sus carnes?
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