Carmina Llopis. EPDA. El sistema de recompensa del cerebro interviene siempre al experimentar algún proceso de motivación. También forma parte de las conductas adictivas y es clave para proporcionarnos placer y bienestar. Suele considerarse al sistema de recompensa del cerebro el mecanismo responsable de las adicciones, pero debemos tener en cuenta que tener metas en la vida es sinónimo de salud y bienestar.
Desde el punto de vista de la Neurobiología la motivación que nos empuja a actuar y el placer que obtenemos al conseguir el objetivo está regulada por el mismo sistema mecanismo, complejo y fascinante.Hacer deporte, beber, comer, conversar con amigos en el bar, descansar, saborear un dulce, chatear en nuestras redes sociales, ir al cine o de compras, un regalo sorpresa…
Estos y muchos otros son los comportamientos que experimentamos en nuestra vida diaria que nos aportan placer, se muestran dirigidos por el sistema de recompensa cerebral.
Este mismo sistema es el que se activa la instintiva y básica prioridad de garantizar nuestra la supervivencia de los seres humanos.
Todas las ordenes que se reciben en este caso son primordiales, instintivos, automáticos y teniendo en cuenta una emoción básica para la autoprotección: el miedo.
Este nos hace más prudentes, estamos alerta ante los peligros de la vida y nos hace elegir o valorar como la mejor opción nuestra zona de confort, sin duda.
Los comportamientos con resultado positivo citados y aquellos que nos provocan placer en general, la motivación y el bienestar que sentimos al realizar esas acciones o conductas forma parte de nuestra evolución.
Las personas vivimos con múltiples estímulos y situaciones diversas que nos obligan a priorizar lo más favorable, aquello que nos revierte un beneficio propio.
Nuestro cerebro nos premiará con dopamina si tras un día estresante nos tomamos algo con un amigo y nos relajamos, o tras una calurosa mañana bebemos agua para hidratarnos. La finalidad es estimular acciones o conductas que él considera adecuadas, concretas y especificas liberando la dopamina, un neurotransmisor.
Los neurólogos James Olds y Peter descubrieron que los mamíferos experimentan mayor motivación para conseguir algo si se les estimula ciertas áreas cerebrales. Esto llevo a algunos a pensar en la posibilidad de aplicar electrodos para cambiar la conducta del ser humano.
La interacción social produce satisfacción o decepción, pero claramente si se estimula de manera potente y repetida, favorece la dependencia y la adicción a ese estimulo, llegando a sustituir el placer que produce, por la necesidad de repetirlo concluyendo en una búsqueda compulsiva e irracional.
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