Álvaro Gijón Hace ya algunas semanas, saltaba la noticia de la vuelta de las Fallas para comienzos del mes de Septiembre. Durante estos días he escuchado opiniones de todos los colores, desde los que se muestran de lo más optimista hasta los que ven la celebración de esta fiesta como una bomba vírica que puede poner en peligro la recuperación sanitaria.
Para alguien alejado del mundo fallero, creo que ambas opiniones son respetables. Es cierto, que no vivimos en los mejores tiempos para celebrar actos masivos pero para muchas familias la celebración de estas fiestas puede suponer un pequeño alivio financiero en esta época de cierres y restricciones.
Al margen de la repercusión económica, este aperitivo de fallas puede suponer un chute de emoción en aquellas personas que viven la fiesta, algo similar a ver la luz al final del túnel y un paso más para ir recuperando la vuelta a la normalidad.
Sin embargo, no debemos olvidar que nos encontramos en una situación sanitaria complicada y que cualquier imprudencia puede llevarse al traste los esfuerzos de muchos meses.
A pesar de esto, creo que con un poco de sentido común es posible disfrutar de esta versión descafeinada de las fallas sin que su celebración implique un riesgo importante para la salud.
Como en todo en la vida, es necesario buscar el equilibrio y seleccionar que actos se pueden celebrar y las medidas preventivas adecuadas para evitar sustos.
El éxito dependerá de que todos pongamos de nuestra parte para que, pasadas las fiestas, no tengamos que arrepentirnos. Por eso, como dirían nuestros padres “coneixement”.
Mientras en el primer mundo discutimos sobre la celebración de las fallas durante la pandemia, en otras partes del globo luchan por sobrevivir. En lugar de mascletà tienen misiles y bombas a diario de forma gratuita.
La locura desatada en la franja de gaza eterniza un conflicto difícilmente resoluble a corto o medio plazo. Las disputas territoriales, económicas y culturales hacen muy difícil la vida en estos países para muchas personas que luchan por sobrevivir.
Al final, las consecuencias de esta escalada de tensión en la zona la pagan los más débiles con sus vidas mientras unos cuantos gobernantes juegan a hundir la flota y el resto del mundo mira impasible.
En fin, nosotros a vueltas con nuestros problemas del primer mundo. ¡Una de fallas por favor!
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